Thierry Deronne, itinerario internacionalista (Nicaragua – Venezuela).

En los años 80 al igual que mucho(a)s internacionalistas del mundo entero, viajé a Nicaragua donde viví dos años (86-88) para aportar un granito de arena al gigantesco esfuerzo de transformación llevado a cabo por el gobierno sandinista.

Eran verdades las palabras de Paulo Freire: Nicaragua era “la mejor universidad del mundo”. Tiempos en que vimos pasar por Managua a Julio Cortázar, Tomas Sankara u Olof Palme. O al cineasta Alex Cox. Todo se juntaba, todo se volvia a conectar, los diversos aspectos del mundo se transformaban en explicación, bien diferente de la ruptura entre causas y efectos que se respira en el planeta Facebook.

En aquellos años mi amigo catalán Albert Cunill atraído él también por la antorcha rojinegra decía “todo tiene sentido, sembrar un grano, pintar una pared, todo”; “somos unos arquitectos locos” añadía la amiga venezolana Mariana Yonüsg Blanco, militante feminista quien había participado desde 1978 (desde el Frente Sur) en la insurrección del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) contra la dictadura somocista. Su casa en Matagalpa se había vuelto como dijo Albert una vez “la sede de la ONU”: jesuitas españoles, teóloga feminista alemana, enfermera vasca, médicos cubanos, las mujeres constructoras de Condega conversábamos sobre las diversas formas de construir el planeta socialista. De verdad el cielo parecía más grande, muuuchooo más grande y más aún cuando lo cantaba Alí Primera desde el reproductor de cintas húmedas y llenas de pinolillo que Mariana había colocado encima de su nevera. El Salvador iba a triunfar como Nicaragua había triunfado. Esta era la hora. Los que han visto “Alice’s Restaurant” de Arthur Penn entenderán.

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Me había radicado en El Chile, un pueblito campesino e indígena de las montañas de Matagalpa donde aprendí a sembrar maíz y llevé a cabo un taller de video popular en el poblado de El Chile con la primera cámara video 8 que los niños de aquel pueblo campesino e indígena no tardaron en fabricar ellos mismos con tecnología propia: una linterna y una rama. La idea era contar la historia de la tierra. Poco a poco empece a apasionarme por la Historia de Nicaragua, como forma de respeto, de empatía por la Nicaragua gigante que se extendía más allá de nuestra proyecciones militantes: una historia profunda, infinita, sin fondo, sin limites, fascinante por secreta, tan “tolteca” en su contemporaneidad. Realice varios documentales, uno de ellos para recorrer la literatura de Sergio Ramírez, en aquel tiempo vicepresidente de la República. Fue la oportunidad de conocer a Omar Cabezas, José Coronel Urtecho, la salvadoreña Claribel Alegría…

Después de la derrota electoral de los sandinistas en el 90, muchos arquitectos tuvieron que dejar su “locura”. Mariana regresó a Venezuela con sus hijos y desde la ciudad de Maracay, me recomendó estudiar a un tal Ezequiel Zamora. Yo había regresado a Bruselas, y en la Biblioteca Real no encontré la menor referencia al General del Pueblo Soberano, una de las tres raíces del incipiente Movimiento Bolivariano pero en 1994 ya me había regresado a Venezuela para retomar el trabajo de educación popular iniciado en Nicaragua. La victoria electoral de Hugo Chávez, cuatro años más tarde, volvería a agrandar el cielo. Un Presidente surgido de las ansias de un pueblo rebelde nos recordó lo absurdo de importar modelos ajenos a nuestra realidad cuando sobraban los referentes en la Historia de América Latina. Este llamado me motivó a realizar en 2004 “El paso de los Andes” para comparar la travesía helada de Bolívar con su ejército de llaneros y de ex-esclavizados para liberar a otros pueblos latinoamericanos con la otra travesía, la de unos “Andes” menos visibles por parte del actual pueblo bolivariano. El llamado de Chávez fue también la chispa para volver a Nicaragua e investigar quien había sido verdaderamente Carlos Fonseca Amador.

55589267_378546832738115_4216544234011885568_nDespués de trabajar seis años en la nueva televisión pública venezolana Vive Tv, logré ahorrar los fondos para autoproducir con total libertad un documental sobre el fundador del Frente Sandinista. Cuando regresé a Nicaragua en 2009 para iniciar la investigación de campo, mi primera sensación fue que todo había regresado a su lugar, que las calles y el cielo habían encogido. Parecía que 16 años de neoliberalismo habían borrado la Historia. Esta sensación ingenua se disipó poco a poco a medida que iba reencontrándome con el pueblo nicaragüense. A medida que avanzaba en la investigación, sentí la inmensa emoción de la gente y entendí que para retratar a Carlos era necesario atravesar Nicaragua, dejarnos invadir por el rostro múltiple de su pueblo, el único que encierra todas las “posibles identidades de Carlos Fonseca”. El documental “Carlos el amanecer ya no es una tentación” se terminó de editar en abril 2012 y ya fue exhibido en Nicaragua, en Argentina, El Salvador, Venezuela, Brasil y en otras latitudes de la Patria Grande. El documental esta en linea y libre de derechos:maxresdefault

https://www.youtube.com/watch?v=GLdq5H-K-ic&t=215s

Hoy en día vivo en Venezuela para seguir participando en la apropiación popular de los medios de comunicación. En la actualidad he vuelto a pisar las huellas de lo que había iniciado en las montanas matagalpinas al cofundar la televisora campesina TERRA TV :

https://www.facebook.com/terratv2018/

T.D., Caracas, julio 2019

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